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otros poetas que no son los suyos, que no son parte de su clan. En Juana de Asbaje, como decíamos, la influencia africana es rebeldía y creación,el ingredientele ayuda a conformar una retórica nueva, una nueva manera de hacer poemas. Pero para el Negrito, no. No quiere contarnos la versión de su padre y su abuelo, sino la de su ciudad,ésta en la queél nació. Y ahí síes un “lengua de miel”, sí se apresura a afiliarse. (Juana de Asbaje, encerrada en su convento, sujeta por su género —aunque se proclamara neutra—, es libre: elige y crea su propia retórica, crea la identidad de su voz echando mano de tutti y cuanti. El Negrito Poeta, en cambio, es un esclavo de los españoles: no sólo los imita y emula, se apega a sus reglas poéticas, sigue su alma con su creatividad encadenada, con su voz subyugada…). El Negrito Poeta pertenece al pueblo, sus versos van de boca en boca —a veces llevándose en su avalancha los de otros poetas—, la gentelos recuerda y celebra, su sátira, su risa, puede uno reírse de él tanto como con él reírnos de nosotros: El verme te ha dado risa: Yo también me río de ti; ¿y te presentas así con tan rabona camisa? Tápate el… ombligo, Luisa. Es sabido de sobra que en el siglo XVII —cuando según cuentan algunas delas versiones dela leyenda vivió el Negrito Poeta— la Ciudad de México tenía una población negra numerosa,en el centro deésta incluso mayor quela india. Dice Dela Maza: “más importante quelosindios y losmestizosfueron los negrosen laCiudad de México del XVII”. El “negrito poeta” legendario nació en una ciudad donde no era excepción su raza. Y esto lo sabía incluso la poesía culta, como hemos visto en Juana de Asbaje. Pero nuestro Negrito Poeta se afilia al canon criollo. Se asimila. No resuenan en sus versos las tradiciones africanas. Es negro de dientes para afuera. Él da la cara porel negro que no fueexcepción en la Ciudad de México, pero, como si él encarnara la trayectoria de la población africana en la ciudad,en él desaparecelo negro del negro mismo, tal como los negros desaparecieron delas calles y dela memoria dela ciudad. Dejemos aparte la problemática de la evolución demográfica de laCiudad de México en el XVIII—amis ojos no del todo explicada y resuelta. Lo quees también desobra sabido es que, al desaparecer de la Ciudad de México la presencia negra, la memoria popular borró su existencia —desnegreó su memoria. Hasta el día de hoy encontraremos la memoria por completo borrada. Pregunte usted a cualquiera en la calle de la Ciudad de México de quién descendemos. El ingrediente negro de nuestra “raza” se descartó. El poeta hábil y expedito, el artesano de manos habilidosas, el hijo de madre y padre del Congo es también un mago prodigioso: Abracadabra, patas de cabra, el negro tiene blanca el habla, el ritmo, la raíz, la musicalidad, la tradición de la que vienen sus versos. En el contenido no encontraremos ninguna referencia a la experiencia deser hijo deesclavos africanos, y supongamos que no lo fueran —pudieron no haberlo sido—, tampoco ningún recuerdo del viaje transatlántico, nada de la memoria de aquella otra cultura. Ni la de él, ni la de ninguno de su raza. Los negros que aparecen en sus poemas son, como él, mexicanos y no atlánticos. Nuestro Negrito Poeta es un “Sinmemoria” de su otra raíz. Sacrifica una identidad poética personalizada por no revelarnos quiénes son su padre y su madre, por no confesarnos su “clan”, su pertenencia. Se afilia a la de los poetas castizos. Se somete. O nos falta un ingrediente: ¿algún día este poeta cantó —como el coplero hoy en la costa de México, como el griot del otro lado del Atlántico— acompañado de músicos? ¿Tuvo una previa persona poética que exhibiera de manera notable su raíz africana, que desapareció con las tristezas? Regreso a esto. Se han perdido muchos de los versos que él debió haber hecho. Si vivió en el XVII faltan en ellos multitud dereferencias precisas que no puedo imaginar él habría evitado (¿cómo creer que no hizo una cuarteta sobrela torera y rejoneadora mulata, sobre la partida de negros peleando en su escuadrón contra los piratas, sobre las literas y las sillas de mano,sobreel célebre motín,etcétera?). Sien el XVIII, lo mismo, las referencias directas escasean. Quedaron olvidadas, lo mismo podría ser del músico y de la posible sonoridad o métrica o retórica con mayor influencia o presencia africana, o deidentidad transatlántica. No hay muestras de la parsimonia elegante y la dulzura india, ni dela sonora (también elegante) rítmica transatlántica. Hay en sus versos una dureza castiza. En este proceso de desaparición de la conciencia colectiva, los negros quedaron durante un tiempo conservados, fijados, guardados en la figura del Negrito Poeta, así fuera figurativamente —una ausencia presente. El poeta popular es la encarnación —mítica o legendaria, desprovista de sustancia “histórica”—, de la presencia africana en la Ciudad de México, y (fruto al fin de la tradición popular) es también la prueba de su negación, porque el Negrito Poeta es un negro blanqueado. Pero un negro vivo queencarna el ingenio del pueblo, que celebra la inteligencia “natural” —era un poeta “espontáneo”— frente al quese pone a menudo disyuntivasmorales, y al quesemide de continuo con “loseducados, loseruditos”, medición dela quesale bien librado. En él, la poesía tradicionales hija (así lo reniegueen su estética) delCongo: asíel pueblomexicano resuelveel dolor delaConquista,el ser indio de distintas naciones y criollo, y aunque no lo verbalice,también africano.Y lo resuelve con gracia, con relativa elegancia, con risas. En el Negrito Poeta se personifica un “yo” que remonta la adversidad con fantástico buen humor. Seenfrenta a los que caen en la melancolía —a la quesomos tan afectos los mexicanos— y los insta a dejarla. En relación a la melancolía quiero decir dos cosas. La primera es que,en una delas anécdotas del Negrito Poeta, lo vemos con un “amigo” músico que ha perdido su alegría, al que le hace esta cuarteta: ¡Pobre de ti cuitlacoche! Se acabó tu fantasía, Antes cantabas de día Y hoy no lo haces ni de noche. ¿Sería este músico “cuitlacoche”, negro como él, el compañero faltante en sus andanzas copleras? ¿El Negrito Poeta practicaría, como se hace hoy todavía, el arte verbal de las coplas, acompañándose del tornado en cuitlacoche, y habría perdido “su otra mitad” devorada por la melancolía? Esto no es sino una conjetura de novelista. El segundo punto en relación a la melancolía es el siguiente:en la última recopilación delos versos del Ne gritoPoeta,lo vemos aquejadodemelancolíaporlamuerte de un amigo, ya casi no “inventa” poemas —ni vive, las páginas ya no tendrán ni sus anécdotas ni sus versos, se llenan con meditaciones del editor. No es la primera vez que al Negrito Poeta lo ha perseguido la melancolía. Escribe la cuarteta del cuitlacoche cuando deja “el paroxismo del silencio”, la “melancolía”, lo “taciturno”. A menudo lo aqueja ese estado, pero suele salir a la menor provocación, y sus cuartetas muchas veces lo son: Escribe al señor Casafuerte: ¿Sabes que para la muerte no hay humana resistencia? No hay valor, no hay excelencia, No hay, ni habrá, casa-fuerte. Otro: Solo, triste y abatido, Sin tener ningún consuelo Gime a la vista del cielo, Llorando el bien que ha perdido. Otro: El doble de esa campana Que pone freno a la risa, Con elocuencia te avisa Que te has de morir mañana. O éste, mi predilecto: Al pie del señor Manso: negro, ¿qué cosa esel mundo? Contestó: Es una casa de locos, En cuyo recinto inmundo Hay mansos y cuerdos pocos. ¿Por qué cae el Negrito en ataques de melancolía? No se explica en su anecdotario. ¿Está triste porque no dice lo que le pasa, porque calla su memoria, el dolor del desarraigo de sus padres? Sus arrebatos de melancolía no se justifican por su situación. El Negrito Poeta viveen una sociedad donde hay riqueza y abundancia, aunque esté, es verdad, en manos de otros, pero él entra y sale de sus casas con un pequeño pago o un humilde botín. No pierde el ojo alegre, pero es soltero hasta el fin desus días. No tiene pareja ni hijos. Esto me pareceimportante por dos motivos: él queda como el último de su estirpe. Sí aparecen en sus cuartetas algunos pocos negros, en efecto, tan poco indios. El suyo es un mundo de mexicanos que comen huitlacoche, toman sombra bajo un tepozán, hay acocote y cuajes. Al pie “el que nació para cuaje”, contesta: Hasta acocote no para: Te ha costado, amigo, cara La sandez de tu lenguaje. En el universo del Negrito Poeta, hay mexicanos que beben pulque y vasos de neutle, y saben alguito de latín. Al pie: Comine memento mei, el negrito contesta: Digo cuando estoy bebiendo, A mis tripas encomiendo Este licor de maguey. Que el pueblo haya optado por personificar su yo socarrón y satírico en un “negro” estambién un arma de doble filo. Si no hay negros en nuestra memoria consciente,entonces no hay elremedio del humor para combatir nuestramelancolía. Sumémosle aquí ademásel uso del diminutivo en su nombre: nuestro poeta es “negrito” —la terminación aunque afectuosa en el barniz, es peyorativa, disminuyeel poder del poeta. Lo hace “simpático”, a nuestro servicio, de alguna manera servil. Le quita filo. El poeta lo recupera en versos como: Me has dicho que soy bobo Con un denguillo de agrado, Pero en la vuelta que has dado Me has dado boca de lobo. Esta melancolía le ponela muerteen las narices, como hemos visto en sus versos —y en el mural en la pared de una cantina de 1867 al que hemos hecho ya referencia. Aquí voy a anotar una intuición: Antes de las calaveras de Posada y sus predecesores, tenemos al negrito representado con una en la mano, versa acompañado de la calaca (en este caso los versos son de Quevedo). Y pienso en las calaveras de azúcar.