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En los suburbios de una ciudad olvidada, se erguía una mansión victoriana que había sido abandonada durante décadas. Conocida localmente como La Casa del Espejo, se decía que estaba embrujada. Los vecinos susurraban historias de gritos en la noche y figuras espectrales que se movían detrás de los cristales rotos. A pesar de las advertencias, la curiosidad de Alex, un joven fotógrafo, lo llevó a explorar la casa en busca de una historia para su próximo proyecto. Alex se acercó a la mansión con una cámara colgada del cuello y una linterna en la mano. La puerta principal estaba entreabierta, invitándolo a entrar. Al cruzar el umbral, sintió una ráfaga de aire frío que le erizó la piel. El interior estaba cubierto de polvo y telarañas, y los muebles estaban protegidos con sábanas blancas, dándoles un aspecto fantasmal. Mientras exploraba la planta baja, Alex notó que había espejos en todas las paredes. Cada uno reflejaba una versión distorsionada de la habitación, creando un laberinto de imágenes que se desvanecían en la oscuridad. Decidió fotografiar uno de los espejos, pero al encender el flash, algo en el reflejo captó su atención. Por un breve instante, vio una figura que no estaba en la habitación con él. Era una mujer, vestida de blanco, con el cabello largo y oscuro cayendo sobre su rostro. Intrigado y un poco asustado, Alex subió las escaleras, siguiendo la sensación de que no estaba solo. En el segundo piso, encontró una habitación que parecía haber sido el dormitorio principal. En el centro, había un gran espejo de cuerpo entero, cubierto de polvo. Con manos temblorosas, Alex limpió la superficie con la manga de su chaqueta. Al hacerlo, vio una inscripción grabada en el marco Ella vendrá a ti en la noche. De repente, un crujido en el piso de abajo lo hizo saltar. Con el corazón latiendo con fuerza, Alex bajó las escaleras, pero no vio nada. Decidió continuar su exploración, moviéndose de habitación en habitación. Cada espejo que encontraba reflejaba algo diferente una sombra que se movía, un susurro inaudible, una mano que se extendía desde el cristal. En una de las habitaciones, Alex descubrió un diario en una mesita de noche. Las páginas estaban llenas de entradas que hablaban de una mujer llamada Elara, quien, según el diario, había sido la dueña de la casa. Las entradas describían cómo Elara había sido consumida por su obsesión con los espejos, creyendo que podían mostrarle el futuro. Al final, el diario terminaba con una entrada desesperada Ella viene por mí. No puedo escapar. Alex sintió una presencia detrás de él y se volvió lentamente. Allí, en el reflejo del espejo, vio a Elara. Su rostro estaba pálido, y sus ojos, vacíos y oscuros, lo miraban fijamente. Con un grito, Alex corrió hacia la puerta, pero esta se cerró de golpe, atrapándolo en la habitación. Desesperado, Alex buscó una salida, pero cada espejo que tocaba lo reflejaba en un lugar diferente, como si estuviera atrapado en un laberinto de sueños. Finalmente, agotado y sin aliento, se derrumbó en el suelo, mirando fijamente el espejo frente a él. En el reflejo, vio a Elara, acercándose, sus labios moviéndose en un susurro inaudible. Únete a mí, dijo ella, su voz resonando en su mente. Juntos, podremos ver todo lo que deseamos. Alex sintió una fuerza invisible tirando de él hacia el espejo. En ese momento, recordó la inscripción Ella vendrá a ti en la noche. Con un último esfuerzo, logró alejarse del espejo, pero la habitación comenzó a girar, y todo se volvió negro. Cuando Alex despertó, estaba tumbado en el suelo de la planta baja, con el diario aún en sus manos. La casa estaba en silencio, y los espejos reflejaban solo su propia imagen. Con manos temblorosas, se puso de pie y salió corriendo de la mansión, jurando nunca volver. En los días siguientes, Alex intentó olvidar lo que había visto, pero los sueños con Elara lo perseguían. Cada noche, se encontraba en la casa, atrapado en el laberinto de espejos, escuchando los susurros de la mujer que lo llamaba. Poco a poco, comenzó a perder la noción de la realidad, atrapado entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Finalmente, Alex decidió volver a la casa, decidido a enfrentar a Elara. Al entrar, encontró el espejo en el dormitorio principal roto, y los fragmentos reflejaban imágenes de su vida, como si el tiempo mismo se estuviera desmoronando. En el centro de los cristales rotos, vio a Elara, su figura más clara que nunca. Únete a mí, dijo ella, extendiendo su mano. Y nunca más estarás solo. Alex, con lágrimas en los ojos, tomó su mano, y juntos, se desvanecieron en el reflejo, atrapados para siempre en el mundo de los espejos. La leyenda de la Casa del Espejo continuó, y aquellos que se atrevieron a entrar nunca más fueron vistos. La mansión permaneció en pie, un recordatorio constante de los peligros que acechan en las sombras, esperando atrapar a nuevos incautos en su red de reflejos y susurros eternos.