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Todo comenzó una noche de octubre, cuando decidí tomar el metro de regreso a casa después de una larga jornada de trabajo. Era tarde, y el tren estaba casi vacío. Me senté en uno de los asientos de plástico duro, con los auriculares puestos, tratando de ahogar el silencio con música. De repente, el tren se detuvo abruptamente entre dos estaciones, y las luces parpadearon, sumiendo el vagón en una oscuridad opresiva. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. De pronto, una figura etérea apareció al final del vagón, flotando en el aire. Era una mujer vestida de blanco, con el rostro pálido y los ojos vacíos. La aparición se movió lentamente hacia mí, sus pies no tocaban el suelo. Me quedé paralizada por el miedo, incapaz de emitir ni un sonido. La figura se detuvo frente a mí, y en un susurro que resonó en mi mente, dijo No deberías estar aquí sola en la noche. Él viene por ti. En ese momento, el tren volvió a la vida, y las luces se encendieron. La figura había desaparecido, pero podía sentir su presencia, observándome. Con el corazón latiendo desbocado, bajé en la siguiente estación y corrí hasta mi casa, sin atreverme a mirar atrás. A la mañana siguiente, le conté a mi amiga Lucía lo sucedido. Lucía, escéptica, me dijo que probablemente había sido una alucinación causada por el cansancio y el estrés. Pero yo sabía que lo que había visto era real. Decidí investigar y descubrí que no era la única que había tenido un encuentro similar. En los días siguientes, comencé a notar cambios extraños en mi vida. Empecé a tener sueños vívidos con la figura del metro, y en ellos, siempre escuchaba la misma advertencia Él viene por ti. Me sentí perseguida, como si algo o alguien me estuviera observando constantemente. Decidí hablar con un amigo que se dedica a investigar fenómenos paranormales. Me contó que el fantasma del metro, conocido como Elena, era el espíritu de una mujer que murió en un accidente hace décadas. Según la leyenda, Elena se quedó atrapada en los túneles durante una emergencia y murió sola. Su espíritu quedó atrapado, buscando venganza contra aquellos que osan viajar solos en la noche. Mi amigo me advirtió que si había tenido un encuentro con Elena, mi vida podría cambiar drásticamente. Algunos reportan haber sido perseguidos por una serie de desgracias, mientras que otros dicen haber experimentado una transformación espiritual, volviéndose más conscientes de la presencia del más allá. A medida que pasaban las semanas, comencé a experimentar una serie de eventos inexplicables. Objetos se movían solos en mi casa, y a veces, sentía una presencia fría a mi lado, como si alguien me estuviera observando. Pero también comencé a sentir una conexión más profunda con el mundo espiritual. Empecé a meditar y a explorar prácticas espirituales, buscando entender mejor lo que me había sucedido. Con el tiempo, aprendí a vivir con la presencia de Elena. Aunque a veces me sentía incómoda, también encontré consuelo en saber que no estaba sola. La experiencia me cambió, haciéndome más consciente de la fragilidad de la vida y de la existencia de un mundo más allá del nuestro. Hoy en día, el metro de la Ciudad de México sigue siendo un lugar de misterio y miedo para muchos. Y aunque las autoridades niegan la existencia de fantasmas, los pasajeros que viajan en la línea 2, especialmente entre Bellas Artes y Pino Suárez, no pueden evitar sentir un escalofrío al pensar en la historia de Elena, el fantasma que acecha en las sombras del metro. Para mí, ese encuentro fue un recordatorio constante de que hay más en este mundo de lo que vemos y entendemos, y que a veces, lo desconocido puede ser tanto aterrador como transformador.