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Mara Salvatrucha, o MS13, es una de las pandillas callejeras más famosas y temibles del continente Americano. Con inicios que se remontan a la década de los 80 en Los Ángeles (Estados Unidos), sus tentáculos hoy llegan a El Salvador, Honduras y Guatemala. Al graduarse de terroristas y narcoterroristas, la Mara Salvatrucha está equiparada al nivel de grandes carteles mexicanos como el de Sinaloa, o guerrillas como el ELN en Colombia. La Mara Salvatrucha se fundó en los barrios marginales de Los Ángeles, California, en los años 80, un tiempo en que la guerra civil en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, obligó a muchas familias a emigrar hacia los Estados Unidos en busca de una mejor vida. Muchos de esos refugiados terminaron asentándose en la principal ciudad de California, encontrando un nuevo hogar en los barrios del este y centro, y en el valle de San Fernando, donde los mexicanos llevaban largo rato creando comunidad. Allí los amos de la calle eran las pandillas mexicanas, las cuales empezaron a tomar control sobre los nuevos migrantes, motivando el surgimiento de nuevas pandillas. La más fuerte de ellas se llamó Stoners de la Mara Salvatrucha o MSS. Esa pandilla creció rápidamente en número y en poder. Controlaban las calles con una estructura basada en la lealtad y la afiliación cultural. El significado del nombre todavía está abierto a debate pero “mara” es el término con el que se conocen las pandillas en Centroamérica; “salva” se refiere a una abreviación de El Salvador; y “trucha” es una palabra de la jerga callejera para “inteligente” o “listo”. Esos primeros mareros, “Los Stoners”, eran refugiados de El Salvador del barrio Pico Unión, su tiempo lo dedicaban a escuchar heavy metal, consumir alcohol y fumar. Esa pandilla fue evolucionando, dejó atrás el “Stoners” y se convirtió en la MS (Mara Salvatrucha). Su primer gran conflicto fue con la pandilla rival Barrio 18, el cual fue especialmente sangriento en Los Ángeles y sus alrededores. Los niveles de violencia que dispararon los asesinatos en la zona hicieron que la mara entrara en el radar de las autoridades, que empezaron a arrestar masivamente a los pandilleros. Durante los años 90 hubo un gran número de mareros que terminaron en las cárceles de Estados Unidos, pero allí, lejos de disolverse, encontraron un nuevo nicho para continuar con sus actividades y crecer en el mundo del crimen. Eso sí, también encontraron un nuevo jefe, la Mafia Mexicana, o “la M”, cuyo poder dominaba las cárceles y las calles por igual. Con ellos empezaron sus primeros coqueteos con las grandes ligas criminales y con el narcotráfico. Aunque la influencia de la mara siempre estuvo en los niveles más bajos, prestaban seguridad y participaban del narcomenudeo en los barrios. Fue en estos años cuando agregaron al nombre el 13, que es el número correspondiente a la letra M en el abecedario, para finalmente adoptar el MS13 con el que son conocidos en la actualidad. También por esos años, mediados de los noventa, el saliente gobierno de Bill Clinton empezó con una política anti inmigración en los Estados Unidos. Las medidas adoptadas estaban en parte pensadas para hacerle frente a la amenaza de las pandillas, que iba en aumento generando gran violencia en las ciudades con poblaciones latinas grandes. Así Estados Unidos empezó un programa masivo de deportación para residentes nacidos en el extranjero que fueran condenados por delitos violentos asociados con narcotráfico, microtráfico, pandillismo y afines. Esto produjo que muchos pandilleros fueran deportados a El Salvador, Honduras, Guatemala y otros países. Aproximadamente 20 mil pandilleros regresaron a Centroamérica entre 2000 y 2004, una tendencia que se Las deportaciones masivas convirtieron a la Mara Salvatrucha en una organización trasnacional, pues los mareros que llegaron a sus países de origen, con los cuales muchos no tenían grandes lazos sociales, familiares o culturales, crearon “clicas” o células de la MS13, primero en las prisiones y luego en las calles, donde cada vez más empezaron a reclutar jóvenes que buscaban alguna salida a su contexto de violencia y precariedad económica. La mara se sostiene bajo un código de lealtad, entrar en ella significa ser miembro de por vida ya que la deserción se paga con la muerte. Los rituales de iniciación incluyen golpizas de 13 segundos, a las que son sometidas los aspirantes para endurecerlos. Se han reportado casos de mujeres mareras que como prueba de iniciación deben aceptar someterse a una violación colectiva por otros pandilleros. También se les pone como prueba cometer un asesinato -de un policía o miembro de una pandilla rival- o incriminarse en un crimen que haya cometido otro marero. Terroristas La Mara Salvatrucha (MS13) existe hoy como una organización criminal con presencia en Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, pero en cada una de estas células opera de manera diferencial, sin una comandancia unificada sino como células o “clicas” que son bastante autónomas en la toma de decisiones frente a su accionar criminal. Dependiendo de su lugar de operación, la mara realiza actividades como la extorsión o el control del microtráfico en los barrios, también sirven como intermediarios de los grandes carteles mexicanos y colombianos, a quienes proveen seguridad para las actividades que realizan en sus territorios que si bien no son los grandes mercados de narcotráfico que interesan a estos carteles, si son lugares muy importantes para el paso de la mercancía, en especial para el tráfico de cocaína. Estos jefes son autónomos en cómo funciona sus células. Cada clica tiene una “primera palabra” y una “segunda palabra”, refiriéndose al primer y segundo mando. Algunas clicas son trasnacionales, y se agrupan con otras en “programas”. Es decir, no hay un líder único, sino pequeños liderazgos con más o menos poder, todos bajo el paraguas del código de honor de la Mara Salvatrucha. Por eso son tan difíciles de combatir para los gobiernos, cuando una “palabra” cae, otra asume inmediatamente el mando. También se les acusa de tener alianzas con Los Zetas y el Cartel del Golfo, México, con quienes habrían concertado actos terroristas en ese país. El poder de la MS13 creció gracias a ciertas concesiones del gobierno salvadoreño, que se vio obligado a pactar con ellos por la escala de violencia que se vivió en el país durante la primera década del nuevo milenio. Los pandilleros recurrieron a la violencia para “obtener concesiones del gobierno de El Salvador, alcanzar metas políticas y actuar en retaliación por las acciones del gobierno contra miembros y líderes de la MS13”, dice el pliego de cargos.