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CUATRO ESTACIONES DE UN TEXTO PARA TATI (2018) Annaline Curado PRIMAVERA: la comida como invitación Fue a principios del invierno de 2017, cuando Tati me invitó a escribirmos juntas. Hoy es el primer día de la primavera, equinoccio, buen momento para empezar (¡espero que aún sea tiempo!). La invitación surgió con la intención de poner en diálogo nuestras investigaciónes, ya que ambas se refieren (¿todavía no sé si sigue por estos caminos?) a las relaciones vecinales en los espacios urbanos y la afectividad creativa que pueden generar. Tati y yo nos conocimos en Florianópolis- SC (BRASIL), en el Programa de Posgrado en Artes Visuales de la UDESC, donde yo estudié mi maestría y ella está haciendo su doctorado (¿termina este año?). Hicimos algunos cursos en común, entre ellos el de Arte Relacional, donde tuvimos la oportunidad de poner en práctica lo que nuestro querido (¡lo extraño!) profesor José Kinceler consideraba sumamente importante: hacer amigos a través del Arte. También intercambiamos muchos saberes y sabores, ya que muchos de los encuentros estuvieron mediados por nuestra afinidad común por las plantas medicinales, la agroecología y la gastronomía afectiva. La “1mandiocada" del grupo de investigación Observatório Móvel (¿todavía la hacen?), la “pizzada" para inaugurar su horno de barro, feijoadas, tés, era así, muy en torno a la comida, que nos acercábamos. También alrededor de tortas, galletas, frutas y mucho mate, ocurrieron los Encuentros Vecinales ( usted no pudo ir a uno, ¿verdad?) dos Araças, en Florianópolis-SC, durante mi investigación de maestría. Investigar y fomentar relaciones cercanas y afectivas en/con el barrio donde vivía era el objetivo de mi proyecto, titulado “Casa-Nômade (afectividad urbana)”. Fueron 8 encuentros a lo largo de 16 meses, mucha música, tortas, mates, abrazos y sonrisas. Se crearon y fortalecieron amistades a través de estas actividades y muchas otras que ocurrieron durante la investigación. El arte se convirtió en encuentro, camino, alimento, conversación, relación, entre líneas, proceso. Terminé mi maestría con gusto por un camino recién iniciado, ¿ahora qué? ¿Cómo continuaría esta investigación práctica de la vida que tanto me había gustado? Un doctorado en educación, pensé (y lo intenté). ¡Todavía no! VERANO: el camino como ciudad Los vientos del sur me trajeron para el noreste, Recife-PE, donde estoy teniendo (¡hasta fin de año!) la oportunidad de trabajar como profesora suplente en la carrera de Artes Visuales de la UFPE. Recién llegada a Pernambuco, a principios de 2017, mi primera misión fue buscar un hogar. La red de amigos de Florianópolis me ayudó a encontrar otra Tati en el camino, una amiga de amigas de allá que también venía para acá. Tati había encontrado un apartamento en un barrio muy céntrico de Recife, Graças, y buscaba otras dos personas para construir un hogar. Número 100, Graças, ahí convivimos con gracia: yo, Tati, Lara y Breu (¡el gato que también vino de Floripa!). Poco a poco descubrí que en nuestro barrio había algunos movimientos de activación vecinal: el “Café das Graças”, que un domingo al mes reúne a los vecinos frente a la casa de una persona diferente; la “Seresta das Graças”, en la que el barrio se reúne en un paseo cantado; el “Jardim do Baobá” (¡mi rincón favorito!), espacio público conquistado a través de la requisición de la población local, punto de partida de la lucha por la creación de un parque lineal al borde del río Capibaribe. De todos modos, me emocionó mucho la presencia de este movimiento vecinal activo en mi nuevo barrio. Entonces sería la oportunidad de continuar mi investigación práctica, pero, la perfección, si existe, es sinuosa como el curso de un río. Es en otra orilla, en el mismo río Capibaribe, dónde paso la mayor parte de mi tiempo en Recife: cerca de la Universidad Federal de Pernambuco, en el barrio de Várzea. Mañanas, tardes, entre clases, descansos, planificación, espera: tiempos de convivencia. Me percibí a mí misma como un artista-profesora que todavía actuaba como mediadora de las relaciones vecinales en/con/a través del espacio de la educación y sus deslímites. Mi campo de acción e investigación ya no era mi casa, barrio, ciudad, sino el aula, las asignaturas, la comunidad escolar en su conjunto. La Universidad y su entorno se situaron como una posibilidad de recorte de esa urbanidad (tanto de la ciudad como de los modos de ser/estar en ella) que me interesa como artista-investigadora. Cómo crear discontinuidades en las relaciones escolares cotidianas? ¿Cómo crear espacios de convivencia y escucha activa, aunque sean temporales? De repente comprendí que lo que me movía allí en mi trabajo como docente eran las mismas cuestiones que me impulsaron a construir la “Casa Nómada (afecciones urbanas)”, revisadas en este contexto. Si ya había experimentado la fusión arte-aida, ahora habitaba su encuentro con la Educación. Ir más allá de las fronteras (quizás ignorándolas) es una práctica nómada que me inspira mucho. ¿Cómo, entonces, nomadizar el espacio cotidiano? Esta es una paradoja que me sigue moviendo. OTOÑO: la conversación como catalizadora Desde la primera semana de clases en la UFPE, la misión de buscar un lugar para almorzar me hizo comenzar a investigar el exterior de las puertas de la Universidad. Caminando menos de una cuadra a la derecha, cerca del estanco, al lado del Açaí, encontré mesas cubiertas con toallas floreadas, sillas de madera, en la pared naranja un anuncio: “comida regional con opciones vegetarianas”. Desde adentro una voz invitante me tocó: “¡Ven y alimenta, hija mía!” Allí comenzó una amistad. Siempre con un turbante blanco en la cabeza, anteojos, delantal y una sonrisa contagiosa: Conceição capturó mi atención, mi corazón y mis papilas gustativas (¡ustedes se llevarían bien!). Se volvió a establecer la vecinidad en torno a la comida. Mesas en la acera, frente a la parada de autobús, la ciudad sigue su frenético fluir, pero es solo sentarse allí para que el tiempo se alargue. El espacio es pequeño pero la calidez es grande. En los momentos más concurridos Conceição nos invita a interactuar con los demás, compartir la mesa. Entonces, fui conociendo a mucha gente, dándome cuenta de que poco a poco estaba creando mi barrio allí. Crear el encuentro de este espacio arte-vida con mi práctica en educación se convirtió en una idea constante en mis conversaciones con Conceição, fue entonces cuando le pregunté si podía visitarla con un grupo algún día. Como siempre, fue muy acogedora y dijo que nos esperaría en cualquier momento. Si la Universidad es mi nuevo campo de actividad, nomadizarla es la intención de mi trabajo como docente-artista-investigadora (¡nomadizar los términos!). Lo que empezó entonces en desplazamientos de clases, tanto metodológicas como espaciales, pasando por salidas de campo, clases-paseo, culminaron con la realización, en el segundo semestre de 2017, de la asignatura “Temas en Artes VI”, que propuse como tema principal: Arte Relacional, en homenaje a la experiencia vivida en las clases de José Kinceler, en la UDESC. El plan didáctico, dividido en cuatro partes (Calle, Sala, Cocina y Patio), preveía momentos de territorialización del grupo, experiencias, talleres, intercambio de referencias, debates y principalmente prácticas de convivencia en/con los más diversos espacios del interior/fuera de la Universidad. Fue cuando fuimos a la Calle que el encuentro arte/vida/educación(¡así, horizontalmente, uno dentro del otro!) se produjo de manera más plena y intensa. Una visita a Conceição, esta fue la propuesta hecha a la clase de Arte Relacional, con el objetivo de establecer intercambios de conocimientos y posibles creaciones entre todos ellas. Todo se convirtió en canto, cuentos, comida y poesía: Sarau em Conceição, con dos ediciones ya realizadas. La primera se llevó a cabo a mediados del semestre, alrededor de tambores y comida, junto a la concurrida avenida. Allí se instauró una zona transfronteriza, pude volver a sentir ese latido que me sigue removiendo: la afectivación de/en los espacios cotidianos. ¡Era la ciudad, la casa, el barrio, la universidad, todo, charlando! Quienes participaron se llevaron consigo su agradecimiento por los aprendizajes intercambiados en ese momento. La invitación a otra edición vino de Conceição: ¡cantando juntos a nuestros antepasados! No hay nada más profundo y hermoso que un encuentro como este para amenizar uno de los últimos días de clase. El arte se convirtió en encuentro, camino, alimento, conversación, relación, entre líneas, proceso (que sigue). INVIERNO: el ciclo como conductor Han pasado casi dos meses desde que terminaron las clases del semestre pasado, extraño mi barrio. En una semana iniciaremos un ¡Nuevo semestre! Ya es 2018, aún no es marzo pero las aguas del mismo ya avanzan al final del verano en Recife. La oscuridad de afuera me recuerda los días de invierno en Florianópolis, me invitan a hacer un mate (me sigue gustando, ¡incluso con el calor!), que Tati (aquí) trajo de allí en su última visita. Hace seis meses que estoy escribiendo este texto, un mes para el equinoccio de otoño, buen momento para terminar.