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Es indudable que Rosset retoma del psicoanálisis lacaniano el término de “lo real”, pues en el tiempo y en la evidencia es Lacan quien le da a tal significante un lugar privilegiado en su lectura y reformulación de los textos freudianos, así como en la praxis que de allí se desprende. Si tomamos en cuenta que, como arriba se mencionaba, el mismo Rosset fue alumno de Lacan en la década de los 60’s, (década en la que Lacan empieza a darle cada vez más importancia a lo real) no cabe la menor duda de que Rosset bebe de las elaboraciones lacanianas para pensar los temas que hilvanan el grueso de su producción filosófica, y en específico, la producción que ahora nos importa: la musical. Importante es señalar aquí que para Lacan lo real no es la realidad sino precisamente aquello que trastoca la realidad misma, punto traumático e imposible de simbolizar por completo. Al matrimonio entre percepción (imaginario) y consciencia (simbólico) que funda la realidad, en la teoría lacaniana hay que agregar ese tercer elemento que tanto escapa como constituye a la realidad misma. De aquí que para Lacan lo real sea aquello que “no cesa de no escribirse” (1981a: 74, 114). No obstante, en el texto de Rosset, lo real a veces aparece claramente en su connotación lacaniana, otras veces, es más bien sinónimo de realidad. Si esta aclaración adquiere importancia es en tanto para Rosset “el objeto musical” es muchas veces sinónimo, cuando no pariente gemelo, de “lo real”, en tanto ambos escapan a los poderes de la representación, de un sentido articulado, y de una imagen cualquiera por más que se diga que la música es la representación de algo. El texto “El objeto musical” se encuentra en la segunda parte del libro, y es el único de los apartados que contienen subíndices. En específico, estos son: a) música y realidad, b) música y lenguaje, c) música y júbilo, y c) música y repetición. En el subíndice en el que se aborda la relación música-realidad Rosset nos menciona que la música, a diferencia del resto de las artes, es un arte que tiene como función “no imitar nada, no hablar de nada” lo que lo hace ser “un pretexto sin texto.” Tales coordenadas hacen del músico un “viajero prudente” en tanto está preparado “para el vacío de los albergues en los que se hospedará”, pues “lleva lo real consigo”, es decir, el músico se dedica a un arte cuya manifestación es la de ser una creación deslindada de un referente cualquiera con la realidad, y en ese hecho, es que la música nos hipnotiza. “Irrupción de lo real en estado bruto, sin posibilidad de acercamiento por medio de la representación: tal es el efecto musical y la razón de su potencia particular.” A tal punto que para Rosset la música es el único objeto de arte que “presenta lo real como tal”, y que sea algo así como para la metafísica es el ens realissiumum (realidad suprema) “por ser el modelo posible de cualquier cosa pero no ser ella misma modelada por nada.”